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Más circulación subterránea

Hace tiempo comentábamos que el tradicional símbolo de Madrid, el oso y el madroño, debería cambiarse por el topo y el madroño. Porque hace siglos que no hay osos en nuestra región, pero topos, en forma de tuneladoras, son cada vez más numerosos.
La solución al problema del transporte en la capital pasa por suprimir el tráfico de vehículos particulares o por la construcción de túneles que eviten la circulación en superficie. El alcalde ha optado por la segunda solución, con la esperanza de que las obras den paso a una ostensible mejora del tráfico en la capital.
Uno de los últimos túneles inaugurados es el de entrada a la Avenida de Portugal, con un recorrido de 2,1 kilómetros, entre el Alto de Extremadura y la Cuesta de San Vicente, y un ramal subterráneo de 335 metros para facilitar el acceso a la glorieta de San Vicente y, a su vez, el eje Paseo de la Florida-Avenida de Valladolid. Era una obra necesaria, en uno de los accesos más castigados por atascos y retenciones, no sólo en las horas punta, sino prácticamente todo el día.
Antes del comienzo de la campaña electoral estarán terminadas la práctica totalidad de las obras pendientes: conexión de la carretera de Valencia con la M-30, los túneles de los by pass Norte y Sur, y las de Pío XII, Ventisquero de la Condesa, Sor Ángela de la Cruz y enlace de la M-30 con la calle de Embajadores.
Alberto Ruiz Gallardón, ha apostado fuerte con estas obras, y espera que, a pesar de las molestias, los madrileños reconozcan los beneficios que van a suponer para el tráfico, y permitan su reelección en los próximos comicios. En mayo saldremos de dudas. Pero es muy probable que las obras no acaben aquí, porque las obras en Madrid no acaban nunca. Y es muy posible que haya nuevos túneles, nuevas conexiones, que aliviarán, pero no resolverán el problema, aunque todo tiene su límite. Y el subsuelo llegará un momento en que no pueda aguantar más.
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