EL CIERRE DE LOS 'PUBS'
Oscar Alcaide
La demanda en el sector inmobiliario, fundamento que permite sostener todo el mercado, tiene otras muchas consecuencias sobre la vida cotidiana que puede que sean menos perceptibles, pero no por ello dejan de ser importantes.
Una de estas secuelas que no saltan a las páginas de los periódicos, pero que a buen seguro preocupan a la población londinense, es la desaparición de cinco pubs históricos por semana. Un reciente estudio publicado por una asociación afirma que muchos de los locales que pasan a mejor vida acaban convirtiéndose en restaurantes, tiendas, oficinas o viviendas. En el ejercicio 2006 fueron 230 los pubs que se vieron obligados a cerrar sus puertas ante la presión de la demanda de otro tipo de locales, lo que supone un 62% más que en 2005. Muchos de esos lugares fueron construidos en el siglo XIX o principios del XX, y su cierre ha hecho surgir las primeras alarmas.
Hay quien reclama medidas para detener esta tendencia que atenta contra lo que definen como "una de las principales atracciones turísticas" de la capital del Reino Unido. Otros apelan a la personalidad y la flema británica para plantar cara a la proliferación de establecimientos "clónicos", pertenecientes a grandes cadenas internacionales. Los dueños de los bares han recibido presiones de parte de estos grupos, que les acusan de arruinar deliberadamente sus negocios con el fin de venderlos y obtener así mayores rentabilidades por ellos. Incluso hay quien argumenta que es necesario mantener estos establecimientos abiertos como una "prestación a la comunidad". Las protestas más radicales se han dejado escuchar en la ciudad, después de que se haya cerrado el Hog in the Pound, un pub situado junto a Oxford Street y a la estación de Bond Street del suburbano. El recinto ha sido vendido a la inmobiliaria Kenmore Property Group. En esta ocasión, como en otras, el mercado es soberano, mal que les pese a los amantes de la cerveza.