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Rodrigo Rato: la mirada crítica

Si José María Aznar tenía en su último Gobierno a la persona capaz de sucederle con la aceptación mayoritaria del Partido Popular, de sus votantes y de una buena parte de los votantes de la oposición, esa persona era Rodrigo Rato. El ex vicepresidente segundo del Gabinete era considerado el auténtico delfín y la designación de Mariano Rajoy sorprendió a casi todos. El político gallego fue aceptado tanto por el respeto y el temor que se tenía a Aznar como por la sensación de seguridad en el triunfo que existía entre los populares antes del 11-M.
Los brutales atentados y la respuesta que se dio a los mismos desde el Gobierno cambiaron todo, y el hombre que iba a ganar y gobernar sin problemas se encontró con la derrota, y el PP con un problema de liderazgo desde la oposición, inesperado. Si antes existía un tripartito de segundo orden, que era el formado por el propio Rajoy, por Rato y por Mayor Oreja, apareció en escena otro tripartito más desigual, pero de idéntica factura: se mantuvo Rajoy, los conservadores cristianos cambiaron a Mayor Oreja por Angel Acebes, y los liberales creyeron que su nueva figura sería Eduardo Zaplana, un hombre proveniente del partido de Joaquín Garrigues y de la UCD. Aznar quedaba fuera, en la FAES, pero con enorme influencia, y Rato se marchaba a Washington para ser añorado por los suyos. Se equivocaron lo justo.
Dos años después, el poderoso e influyente director general del Fondo Monetario Internacional -que mantiene una relación muy fluida con Rajoy, en palabras de uno de sus antiguos colaboradores en el Ministerio- controla cada día desde la capital norteamericana los movimientos políticos que se suceden en España. Los suyos, los llamados “socialdemócratas” del PP le llaman, le consultan y se reúnen con él en sus frecuentes viajes a nuestro país. Es la mirada crítica sobre España.
Otros compañeros de partido, con mando autonómico en plaza, se sientan a comer y a analizar la situación creada por el presidente Zapatero, las salidas a corto plazo de la misma, y el posicionamiento del PP para volver al poder lo antes posible, a ser posible en las próximas elecciones generales.
A finales de noviembre el Colegio de Economistas de España le nombrará “Colegiado de honor”, en un acto al que con seguridad acudirá la plana mayor del PP y una numerosa y elitista jerarquía financiera y empresarial. El galardón sólo lo tiene el que fuera vicepresidente con Adolfo Suárez y el economista Enrique Fuentes Quintana. Y no lo han recibido, ni han sido propuestos para ello, Miguel Boyer, Carlos Solchaga ni Pedro Solbes, los tres responsables de la economía española en los distintos gabinetes de Felipe González.
Los más cercanos a Rato aseguran que no hará nada que pueda entorpecer la labor de Mariano Rajoy -a quien profesa lealtad política y amistad personal- y que no tiene pensado volver a la primera línea de la política española salvo que el partido se lo pida en una situación de auténtica crisis. Situación que podría producirse tras una fuerte derrota en los próximos comicios autonómicos y municipales, o una nueva derrota en las generales; siempre que no se produzca la conjunción de las tres el próximo mes de mayo, una hipótesis que el director del FMI cree muy posible, sobre todo si finalmente el Gobierno y ETA avanzan en el proceso de disolución de la banda terrorista y de una paz definitiva para el País Vasco.

En ese escenario, algunos de los aspirantes a la sucesión de Rajoy ya están moviendo ficha. En Madrid, en concreto, personas del entorno más próximo a Esperanza Aguirre “sueltan” con evidente intención que el “hombre” de Rato en Madrid, el ex secretario general, Ricardo Romero de Tejada, puede volver a aparecer ligado al tema de los escándalos urbanísticos merced a sus semanales comidas y partidas de mus en uno de los restaurantes que jalonan la autopista de A Coruña con algún destacado empresario encausado en la “Operación Malaya” e incluso van más allá al asegurar que éste, junto a uno de sus compañeros del actual Gobierno autonómico, conocía con 24 horas de antelación lo que iba a ocurrir en la Asamblea madrileña el 10 de junio de 2003, con la “fuga” de Tamayo y Sáez. E insisten en que militantes cercanos al ex vicepresidente fueron los culpables de algunas derrotas municipales, como las que el PP sufrió en las localidades de Tres Cantos y Ciempozuelos; con un añadido aún más malicioso: el consejero de Presidencia y secretario general del partido, Francisco Granados, es un hombre que proviene del entorno de Rodrigo Rato por su pasado profesional financiero.
El regreso de Rato a la política española, de producirse en las condiciones de fuerte crisis en el PP, podría cerrar algunas de las heridas que se han abierto entre las familias populares, sobre todo entre conservadores y progresistas, ya que la antigua mezcla de liberales y democristianos ha desaparecido por los propios personalismos de sus dirigentes. Así, el liberal Piqué y el cristiano Arenas estarían junto al “azul” Rajoy, mientras que el liberal Zaplana y el cristiano Mayor Oreja estarían muy cerca del “azul” Aznar. Entre los líderes regionales con poder directo ocurre lo mismo, ya sea en las Baleares de Jaume Matas, la Valencia de Camps, Valladolid o la Murcia de Ramón Luis Valcárcel.
Camino de cumplir los 58 años (lo hará el 18 de marzo del año próximo) Rato se ha impuesto como tarea primordial de su actual cargo una renovación profunda del FMI, de cara al Tercer Mundo y los países emergentes de Asia. Lleva dos años y medio en el cargo y le queda otro tanto, hasta mayo de 2009, salvo que adelante su salida, algo que hará si desde el PP se lo piden en cantidad y calidad; y siempre tras la salida, por voluntad propia, de Mariano Rajoy, nunca en su contra. El resto de sus teóricos “rivales” es otra cosa.


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