Oscar Alcaide

Yal séptimo día descansó... Sin pretender ponerme trascendental, ni mucho menos dar sermones, recurro a las Sagradas Escrituras para llamar la atención sobre el hecho de que el mes que acaba de empezar trae consigo una sorpresa inesperada para muchos españoles, como inesperado fue aquel descanso al que me refería al principio.
El fantasma de los altos tipos de interés vuelve a hacer su aparición y elige el mes de noviembre para despertar de su letargo. Las hipotecas sujetas a tipo variable, la inmensa mayoría en nuestro país, que se revisen durante este mes serán las primeras en acusar los inconvenientes de la revisión al alza de los tipos de interés. Una situación que recuerda extrañamente a la que se produjo hace seis años, en el comienzo del anterior ciclo de subida de los intereses. Y es que los caprichos del calendario son inexcrutables, más aún cuando hablamos de economía.
Desde septiembre de 2005, el euribor ha venido registrando incrementos mensuales de manera sistemática. Su efecto se traslada con cierto retardo al mercado hipotecario nacional, pero ya le tenemos aquí, llamando a la puerta como en una broma macabra de la víspera del día de difuntos, dispuesto a vaciarnos el bolsillo y dejarnos helados del susto. Nuestro euribor se ha hecho mayor. Parece que fue ayer cuando berreaba pidiendo su hueco en el mundo y su tímida envergadura, apenas un 2,22%, le hacía pasar casi inadvertido para las economías domésticas. Ahora, después de haber experimentado la mayor subida acumulada en doce meses desde el año 2000, y con el porte que da haber crecido hasta el 3,715%, se presenta ante nosotros para pedir lo suyo, y ¡ahí de quien no quiera dárselo!
Para la hipoteca media del Instituto Nacional de Estadística, que es de 159.000 euros a 25 años, la cuota mensual subirá entre 111 y 127 euros, lo que al cabo del año se convertirá en un incremento de entre 1.332 y 1.524 euros. No es cosa para reirse, ¿verdad?