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Uno de los suyos

Ya tenemos nuevo secretario general de la ONU. El hombre que sustituirá a Kofi Annan el 1 de enero de 2007 se llama Ban Ki Moon, es surcoreano y ha sido hasta ahora ministro de Exteriores de su país. Dicen de él que es un tipo discreto, “muy reservado” y
un talento de la comunicación. Falta le va a hacer, para lograr que lo que en su día definió el sueco Dag Hammarskjöld como “el cargo más imposible del mundo”, recuperé algo de prestigio.

Lo tiene difícil y eso que es un tipo de larga trayectoria y que conoce como la palma de su mano los inconfesables secretos de
Naciones Unidas. Fue en esa organización, donde Ban comenzó su carrera diplomática.

De allí saltó al departamento de organizaciones internacionales en el Ministerio del Exterior en Seúl. Después retornó a la ONU y
estuvo destinado en Nueva Delhi y Washington. Más tarde, antes de convertirse en ministro, fue de Corea del Sur en Austria. Afirma
Paul Kennedy que cualquier opinión sobre la ONU debe ser muy cautelosa a la hora de explicar qué puede hacer y qué no, porque es la “cabeza de turco” cuando los Gobiernos de los principales países no logran ponerse de acuerdo, pero la realidad es que hace muy poco y casi siempre mal.

No hace mucho que John R. Bolton, el abrasivo embajador de EEUU, aseguró tajante que “podríamos eliminar 10 plantas de la sede de la ONU en Nueva York y no notar la diferencia”. Tiene más razón que un santo. ¿Qué hace de verdad la ONU para ayudar a la
humanidad?
Habrá alguna alma cándida que quizá se atreva a citar la supervisión de elecciones en países del tres al cuarto, la negociación de un par de acuerdos de paz en Centroamérica hace ya una década, muchas discusiones sobre el clima, enormes gastos en programas
de dudosa efectividad cultural y cosas por el estilo.

No es mucho, sobre todo si ponemos en el otro lado de la balanza lo que cuesta, escándalos como el latrocinio perpetrado en connivencia con Sadam Husein con el cuento del “Petróleo por alimentos” o el circo que se monta cada año durante la apertura de la Asamblea General.

No es mucho, sobre todo si ponemos en el otro lado de la balanza lo que cuesta, escándalos como el latrocinio perpetrado en connivencia con Sadam Husein con el cuento del “Petróleo por alimentos” o el circo que se monta cada año durante la apertura de la Asamblea General.

Este año, le tocó hacer el payaso a Hugo Chávez, quien además de llamar “diablo”a Bush pidió a su amigo Kofi Annan que refunde el sistema internacional. Hubo quien sintió vergüenza ajena y hubo quien se partió de risa, como la delegación española, encabezada este año por Moratinos, Bernardino León, Leire Pajín y Trinidad Jiménez.

En la ONU, casi todo es previsible y la elección de Ban Ki Moon estaba cantada.
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