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El Bin Laden checheno

Después de haber pasado tres décadas cubriendo decenas de guerras, catástrofes y todo tipo de desastres provocados por el ser humano, albergo en el alma innumerables dudas y algunas certezas. Entre estas últimas está que los hombres, independientemente del color de piel o de la procedencia, somos muy parecidos, que la naturaleza femenina no es mejor que la masculina y que hay gente intrínsecamente mala.
En la lista de perversos, el checheno Shamil Basáyev ocupa un lugar destacado. "Ocupaba", porque agentes secretos rusos se encargaron recientemente de mandarlo al infierno, haciendo explotar un camión-bomba al paso del convoy en el que viajaba, escoltado por una docena de secuaces.
Basáyev apenas tenía 41 años, pero en su siniestro haber figuraban –entre otras muchas víctimas- 170 espectadores del teatro Dubrovka, muertos cuando uno de sus comandos los tomó como rehenes en 2002, y 331 inocentes sacrificados en 2004 en la escuela de Beslán.
Nada en la adolescencia de Basáyev hacía presagiar que pudiera llegar a ser tan malo. Apasionado del fútbol, fue casi tan buen jugador como mal estudiante. Tras concluir a duras penas la secundaria en Vedenó, su pueblo natal, se marchó a Moscú con la sana intención de matricularse en Derecho. Después de fracasar tres veces seguidas en el examen de admisión, se matriculó en un Instituto de Agronometría, donde no tardó en tirar la toalla. Cuando se desplomó el comunismo y Boris Yeltsin se convirtió en el amo del Kremlin, todavía deambulaba por la capital rusa haciendo chapuzas y viviendo a salto de mata. El punto de inflexión en su existencia, se produjo cuando redescubrió el Islam. El, que nunca había ido a la mezquita ni seguido las estrictas normas de Mahoma, amaneció un día mirando a La Meca, rezando cinco veces al día y decidido a imponer en toda la Tierra la fe de Alá.
Comenzó retornando a Chechenia y alistándose en la ‘Confederación de los Pueblos del Cáucaso’, milicia musulmana armada dedicada a combatir a los cristianos de la vecina Georgia, en apoyo de los separatistas de Abjazia. Su estreno consistió en secuestrar un avión de pasajeros y llevárselo a Turquía, donde se hartó de dar entrevistas y ruedas de prensa, denunciando el colonialismo ruso en Chechenia.
A partir de ahí, todo fue cuesta abajo. En 1995, asaltó un hospital y tomó como rehenes a médicos, enfermos y familiares, con un saldo de 150 muertos y 400 heridos. En 1996, después de que los rusos abatieran al presidente separatista Dudáyev, se convirtió en el jefe máximo de los terroristas chechenos, condición que conservó a pesar de que en 2000 perdiera una pierna en un combate.
El resto es conocido y de lo único que puedo alegrarme y deben alegrarse también ustedes, es de que esté por fin en el infierno.
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