El drama de la ruptura
Esta semana se han escuchado palabras gruesas, acusaciones que hace tiempo, mucho tiempo, no se escuchaban en el patio de monipodio de España.
La ruptura es real y radical, tan profunda que va a hacer falta mucha sutura para coser los tejidos abiertos por el bisturí del desencuentro, de las jugadas sucias, de la desconfianza, de la improvisación, sí, porque en todo esto hay mucha improvisación, mucha más de la que se merece un proceso tan complejo y serio como el que estamos viviendo.
En el cálculo de los pasos alguien se ha olvidado de las consecuencias, y se ha lanzado sin vértigo a un camino acelerado en
el que los ritmos no vienen marcados por el estado, por su fortaleza, por la solidez de la ley, sino por el interés de parte, por
muy honrado y legítimo que sea el impulso de que no vuelva a haber muertos, que las calles no se manchen con la sangre de los
inocentes.
Tantoque alguien, a mitad de semana, debió parar y pensar que se estaban abriendo más problemas de los que se pretendía
solucionar, y que el camino, sus velocidades, y las garantías de que no se pagará precio político por el final del terrorismo
no estaban bien armadas. No ya Felipe González, que pasea su escepticismo por cafés y algunas conferencias restringidas a los suyos, sino miembros del propio gobierno, y algunos asientos de la ejecutiva se revolvieron contra las declaraciones de Zapatero en
las que anunciaba la apertura del diálogo político (la política antes que la paz) que contradecían todos los documentos que se puedan encontrar en la hemeroteca. Prisas, demasiadas prisas, y un escenario en el que el Partido Popular quedaba marginado y el Pacto Antiterrorista hecho trizas en los faldones de la mesa en la que Pachi López le dirá a Otegui, o quizá a Josu Ternera, quién
sabe, mirándoles a los ojos, que se deben plegar a la ley democrática, que deben pasar por la catarsis de condenar lo que hasta hoy alababan.
El hombre de estado, el encargado de entonar un cierto mea culpa ha sido esta vez Alfredo Pérez Rubalcaba, de cuya palabra el PP
se fía mucho más que de la Zapatero, y ya es decir, porque ustedes recuerdan como yo que el ministro, recién nombrado, fue recibido de uñas y dientes por la oposición.
El PP es necesario. Y no basta con que esto sea una declaración de portada de diario que luego se olvida. José Luis Rodríguez Zapatero no se puede presentar solo en este proceso, porque ofrecería un perfil débil, una postura mediatizada, y a merced de los
terroristas. Se ha demostrado estos días, cuando ha pisado el acelerador por el temor de que Eta regresara a sus crímenes. En
ese clima los únicos beneficiados son los terroristas.