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Sadam Superstar

Si Sadam Hussein no existiera, los norteamericanos lo habrían inventado. No está claro si los encargados de la tarea hubieran sido expertos en comunicación a sueldo de la Casa Blanca o ejecutivos de Hollywood, pero el dictador iraquí es tan útil que alguien se tendría que haber encargado de crearlo.
Visto de cerca, desde la perspectiva de los kurdos, los chiítas o alguno de los países vecinos de Irak, el sujeto tiene todavía contornos estremecedores, pero, desde lejos y tras la simplificación televisiva, aparece como un personaje de cómic: exótico, simple y cruel.

En el pasado, tuvo una función bien definida. Era el espantapájaros contra quien el presidente norteamericano de turno lanzaba de vez en cuando esa ‘cruzada’, que hacía a los estadounidenses reafirmarse en la convicción de que son la gran superpotencia mundial y permitía al ocupante de la Casa Blanca revitalizar su carrera política. Era el enemigo que necesitaba Washington tras el desmoronamiento del Bloque Soviético: controlable y fácil de meter en vereda.

Las cosas ya no son así, porque los marines están metidos en el sangriento pantano iraquí y el tirano encarcelado se ha convertido en un peligroso estorbo.

Para quienes sigue siendo muy útil el sátrapa es para los periodistas. Acabo de leer en un adelanto de GQ lo que cuentan algunos de los soldados que vigilaban la mazmorra secreta donde tienen metido al ex presidente iraquí. Lo primero que me sorprende es que hable inglés. Coincidí cinco veces con él, antes de que Bush hijo ganase las elecciones y en todas las ocasiones salí con la impresión de que era un sujeto que pronunciaba pocas palabras y siempre en árabe.

El sinuoso funcionario del Ministerio de Información que se me pegaba como una lapa cada vez que ponía los pies en Irak y que doblaba su sueldo a base de hacer simultáneamente de guía, traductor y espía, me contaba que, por las noches, al tirano le encantaba ponerse frente al televisor y mirar la CNN. Debió ser así como Sadam aprendió algo de inglés. En los libros no aprendió nada, porque revisé con detalle los tres que había en el infecto agujero donde lo atraparon y todos estaban en árabe. Dos eran de poesía y el tercero, una traducción de Crimen y Castigo.

Algo de inglés debe haber aprendido en prisión, porque, cuentan los antiguos guardianes de Sadam que sigue convencido de que volverá al poder y que vive obsesionado por la limpieza y los gérmenes. Esto último me hace pensar que no se han inventado la historia. Durante la I Guerra del Golfo, cuando sólo estábamos en Bagdad Peter Arnett y yo, hubo una noche en que nos dijeron que podíamos entrevistar al presidente. El objetivo era demostrar al mundo que éste seguía vivo y desafiante. Advirtieron que nos llevarían con los ojos vendados a un lugar secreto y que antes, “como medida de seguridad”, tendríamos que bañarnos en un líquido especial. A la hora de la verdad, sólo bañaron al de la CNN y todo indica que lo hicieron en desinfectante.
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