villa y corte/ Alberto Delgado
Violencia doméstica
La Memoria de la Fiscalía del Tribunal de Justicia de Madrid presenta unos datos alarmantes. El año pasado, 8.169 denuncias de violencia en el ámbito familiar, con un incremento del 25% respecto al año anterior. La mayor parte de estas denuncias corresponden a malos tratos, que en su máxima expresión de violencia llegaron a 17 intentos de homicidio, y cinco muertes por este motivo.
la vista de estos datos, cabría preguntarse: ¿es que los madrileños hemos enloquecido de repente, y hemos pasado a ser sádicos maltratadores? Antes de responder, habría que tener en cuenta dos factores significativos.
El primero es que, sin perjuicio de que aumenten los casos de violencia doméstica, ahora se denuncian más, lo que es una muestra de progreso social, y de concienciación por parte de las víctimas, que antes sufrían y se callaban y ahora sufren y denuncian, lo que representa un avance, tímido e insuficiente, pero avance al fin.
El segundo es que, del total de denuncias por estos conceptos presentadas durante el pasado año, más del 30% corresponden a emigrantes. No se trata de consideraciones con tufillo racista o xenófobo, sino de constatar la realidad. Parte de las violencias familiares en la Comunidad de Madrid han sido importadas, aunque ya existieran, en proporciones indeseables, por culpa de los propios madrileños.
Hacer frente a este grave problema requiere medidas judiciales, policiales y de concienciación ciudadana. Hay que establecer sanciones ejemplares para los maltratadores, obligar a cumplir las órdenes de alejamiento, incidir en los juicios rápidos, y formar a los Cuerpos de Seguridad en el perfeccionamiento de los atestados, para que los jueces puedan actuar en consecuecia. Y que llegue pronto la Ley Integral contra la violencia de género anunciada por el Gobierno, aunque es difícil porque va a presentar problemas en la práctica. Todo ello para atajar un crecimiento en la violencia doméstica que debe preocupar a toda la sociedad.