Una obra faraónica

Nadie duda de que la M-30 necesitaba una profunda remodelación, porque lo que se diseñó como una vía rápida de circunvalación se ha convertido en un semillero de atascos. El enterramiento de la vía, con túneles, algunos de ellos de gran extensión, puede servir para eliminar semáforos y agilizar el tráfico. El problema es que es muy caro. Y una de las responsabilidades de nuestros regidores, quizá la principal, es administrar bien el dinero que proporcionan los ciudadanos con sus impuestos.

La política es el arte de practicar con eficacia las prioridades. Las obras de la M-30 son necesarias, pero también son necesarios nuevos hospitales, y más escuelas, y viviendas, y más seguridad ciudadana. Las necesidades son casi ilimitadas, pero el dinero disponible es limitado. Ante esta dilema, no cabe otra solución que establecer cuidadosamente las prioridades, y optimizar los recursos.

Lo que ocurre es que hay obras que quedan a la vista, y otras, igualmente importantes, que pueden pasar casi desapercibidas. Hacer un gigantesco jardín junto al Manzanares va a representar un espectáculo permanente, que mejorará la fisonomía de la capital y supondrá un atractivo más de una ciudad que aspira a ser sede olímpica. Las camas en los hospitales, las escuelas, las viviendas, son mucho menos aparatosas, pero su necesidad es vital.

Por ello, y sin objetar la oportunidad, y hasta la necesidad de los nuevos proyectos en la M-30, debemos tener cuidado con las obras faraónicas y tratar de realizarlas con la mayor seguridad y al menor coste, porque hay otras prioridades que no pueden soslayarse, si queremos que aumente de verdad la calidad de vida de los madrileños.