Óscar García

El Código Técnico de la Edificación (CTE) nace con el objetivo de establecer las exigencias básicas de calidad, seguridad y habitabilidad de los edificios y sus instalaciones, para que el sector de la construcción se acerque cada vez más a las ideas de sostenibilidad económica y energética en las que todos creemos como ideales constructivos. Tras su entrada en vigor, España se sitúa entre las naciones más innovadoras en materia de edificación dentro del marco de la regulación europea.

El calado legal y las implicaciones técnicas de esta Ley son tan vastos que, más de dos años después de la entrada en vigor de los tres primeros documentos base, los arquitectos y especialistas siguen teniendo dudas acerca de las novedades introducidas o del alcance específico de las mismas.

En este entorno de temprana implantación, antes de que la construcción tradicional haya llegado a digerir del todo esta nueva norma, se está exigiendo ya a la edificación modular cumplir con los requisitos que exige el CTE. Y, aunque como sistema constructivo, tenga muchos menos años de historia, se ha erigido como una solución con grandes ventajas, muchas de ellas en la línea de la filosofía del CTE, básicamente como consecuencia de la producción industrial y de la modularidad. Así cabe destacar, entre otras: enorme reducción de los plazos de entrega, menor cantidad de residuos, más controlados y menor ruido en las obras, mejor control de calidad o la capacidad para mover las construcciones lo que a su vez redunda en una mayor facilidad para ampliarlas y modificarlas.

Con todo, aunque la edificación modular tiene muchas ventajas y sea un valor constructivo al alza, y aunque todos queramos promocionarlo proponiendo mejoras y avances que adapten todavía más este tipo de edificación a la nueva normativa, es innegable que la aplicación “a rajatabla” del CTE puede suponer una importante amenaza (u oportunidad, si sabemos gestionarlo) para nuestro sector.

De esta manera, el CTE plantea importante retos a estas edificaciones lo que obliga más que nunca a considerar varios factores que conforman un cóctel explosivo en cuanto a la coyuntura que estamos viviendo, entre ellos, que se trata de un texto que no tiene en cuenta la realidad constructiva de la edificación modular y que falta conocimiento del sistema constructivo por parte de muchos técnicos y del gran público.

Si bien es cierto que la edificación modular puede dar respuesta a muchas de las exigencias que supone el CTE, hay otros aspectos que supondrán un incremento en el coste de la construcción, seguramente en mayor proporción que en la construcción tradicional, y alguno de ellos de manera preocupante, como es el caso del aislamiento térmico y acústico o de la regeneración de aire.

Pero sin duda el mayor problema viene de la definición o del alcance de la Ley: ¿a qué construcciones se aplica el CTE? ¿Cuál va a ser el coste de adecuar los más de 80.000 módulos que existen alquilados en España a las nuevas exigencias? ¿Hasta que punto se le puede exigir a un sector como la edificación modular, la aplicación rigurosa de un CTE para cuya elaboración no ha sido invitado a participar?