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Y AHORA, ¿QUÉ?

Ignacio Pindado

Consejero Delegado del Grupo i
Después de asistir como espectadores de lujo, durante la segunda parte de 2007, a la fuga de los compradores de vivienda, hemos iniciado 2008 con el firme propósito de ejecutar las medidas necesarias para adaptarnos a la nueva situación. En los últimos años hemos vendido muchas casas, pero hemos iniciado muchas más. La demanda no es infinita, y menos aún si no viene apoyada por la financiación. El recorte crediticio ha desanimado al mercado, y sin la inyección de capital será muy difícil la recuperación de los ritmos de venta.
¿Qué podemos hacer? En primer lugar, en lo que afecta al sector inmobiliario, es imprescindible que los tipos de interés confirmen su estabilidad en los próximos meses, o incluso se relajen un poco. En segundo, hemos de facilitar al comprador el acceso a la vivienda flexibilizando la forma de pago, algo que ya se está aplicando en numerosas promociones residenciales. En tercero, el producto: es la hora de viviendas para la demanda expulsada del mercado por el boom, para las rentas medias y bajas que no han podido satisfacer su necesidad vital de vivienda, a través de la protección, a través del alquiler –con opción a compra–, y a través de productos adecuados en superficies y precios. La población inmigrante ha alcanzado un volumen importante, y sus necesidades exigen una respuesta apropiada.

Por otra parte, desde el punto de vista de las administraciones públicas, existen varias vías en las que hay que tomar partido. Los tipos de interés ya no son herramientas a disposición de la administración local, pero sí es manejable la política fiscal, con rebajas de impuestos a los particulares para mejorar un consumo en horas preocupantes, y rebajas a las empresas para que puedan mantener el ritmo de creación de empleo. En la coyuntura actual, la inflación seguramente suavizará su ritmo de crecimiento ante un consumo menor.

También ha llegado la hora de invertir el superávit acumulado en los últimos años en bienes de equipo, en infraestructuras y, en definitiva, en desarrollar la actividad necesaria para mantener el ritmo de crecimiento de la economía española. La construcción encontraría aquí cierto paliativo a la reducción de negocio que se avecina.

En lo que más nos afecta, la Ley del Suelo, sería aconsejable matizar su régimen de valoración del suelo, ya que el suelo ha sido elemento dinamizador que ha facilitado el acceso del promotor al crédito y el desarrollo de los proyectos inmobiliarios de la última década, verdadero motor de la economía. Los organismos locales, por su parte, deben seguir el camino de la agilización de los trámites urbanísticos.

Por último, la situación afecta a la estructura empresarial del sector inmobiliario: es la hora de calibrar la naturaleza y dimensión de nuestro equipo, nuestras cualidades para adaptarnos y afrontar los nuevos retos, para diversificar nuestras tareas y emprender soluciones innovadoras, y para aprovechar las oportunidades que presentan segmentos como, por ejemplo, la expansión internacional. Ya sea en solitario, o estableciendo lazos con otras compañías a través de movimientos corporativos, el momento nos pide reflexionar sobre lo aprendido y seguir trabajando por mejorar el sector inmobiliario.
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