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Aprendiz de brujo

Por si le faltaban apelativos al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, podemos ya añadirle uno más: el de aprendiz de brujo. En los últimos meses, se ha propuesto como misión, y con él a todos sus colaboradores directos e indirectos, el salvaguardar a corto plazo la estabilidad y permanencia de las empresas inmobiliarias, sabedor que la crisis de alguna de ellas pudiera caer en su debe a menos de un mes para las elecciones generales.
Para ello, si es necesario, se emplean hasta los fondos públicos que gestiona el Instituto de Crédito Oficial (ICO), que va a inyectar en las sociedades con más problemas dinero en forma de créditos blandos o va a facilitar la construcción de viviendas protegidas. Esto, evidentemente, es positivo. Pero lo sería más si no estuviera condicionado por la proximidad de las elecciones, si se produjera dentro de un plan global, y no sólo de acciones descoordinadas, y si de verdad se buscara mantener al sector inmobiliario como motor de la economía tal y como lo ha sido en los últimos años.
Llegó al poder el Ejecutivo de Zapatero con la idea de sustituir a los sectores inmobiliario y de la construcción como puntos de referencia de la economía española y ha acabado por darse cuenta de que esto ha traído un importante coste para su evolución. Sería positivo que se hubiera dado cuenta por convicción y no por interés electoral, ya que así habría escarmentado y no volvería a jugar con fuego.
Por desgracia, la opción que más pesa es la segunda. Esperemos que, al menos, estos dos meses que quedan para las elecciones estas acciones aisladas puedan servir al sector para coger aire y enfilar el futuro con más fuerza. El sector inmobiliario español, en líneas generales, es un sector profesional y preparado, lo que le valdrá para escapar de este periodo lo más indemne posible.
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